En la región belga de Flandes Occidental, un hombre le encargó a la firma de arquitectura Studio Farris Architects que transformara una de las construcciones en desuso de una antigua granja en un espacio contemporáneo de trabajo. (Fotografía superior: Koen Van Damme)
Cualquier edificación, sin importar lo vieja o estropeada que esté, tiene potencial de convertirse, gracias a un buen trabajo de diseño y arquitectura, en un espacio funcional y atractivo. Esa parece ser la enseñanza que deja este proyecto en una zona rural de Bélgica.
La firma del arquitecto italiano Guiseppe Farris –Cagliari,1972– aceptó el reto de hacer que un establo abandonado, construido a principios del siglo XX, se transformara en una cómoda y bien iluminada oficina de 100 m2. El lugar tenía dos plantas y estaba dividido en diversos espacios que fueron demolidos para crear un amplio y único ambiente de reunión, revestido de concreto.
A su vez, los arquitectos diseñaron una gran y escultórica pieza compuesta por vigas de madera, que no bloquea la vista al exterior y cuyo tono crea un atractivo contraste con el gris del cemento. Esta sirve de mueble, biblioteca, zona de lectura y escalera de acceso a un mezanine donde se ubica un espacio de trabajo con dos escritorios.
En caso de que en unos años el propietario decida modificar el espacio, la estructura de madera que sostiene el segundo nivel puede ser removida para darle paso a nuevos ambientes.
Por otra parte, la fachada original de ladrillo rústico del establo fue restaurada y se incluyeron nuevas ventanas y claraboyas para que el interior recibiera abundante luz natural. Así mismo, se creó una puerta corrediza de vidrio para conectar de una forma armónica las oficina con la naturaleza que rodea la construcción.
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