El Museo Internacional del Barroco en Puebla, México, se ha convertido en un sitio de visita obligada por su innovadora museografía y la ingeniosa manera como el japonés Toyo Ito tradujo dicho estilo en un lenguaje arquitectónico contemporáneo. Imágen superior: Vista de la fachada principal del Museo del Barroco. Fotografía: cortesía Luis Gordoa.
Esta construcción, situada en el Parque Lineal, forma parte de la renovación de la ciudad y el interés que genera radica en su exhibición, pero, sobre todo, en su espectacular propuesta arquitectónica. Su creador es el japonés Toyo Ito, ganador del premio Pritzker en 2013 –el Nobel de la arquitectura–, quien consiguió interpretar el barroco –movimiento cultural y estilo artístico que se dio entre los siglos XVII y XVIII y se destacó por su ornamentación cargada– con una edificación que rompe esquemas y, sin duda, cautiva al visitante con sus muros ondulantes y pliegues de concreto.
Formas inusuales
Para llegar a su concepción formal, Toyo Ito estudió a fondo este estilo y propuso tres directrices para su diseño.
“El barroco rompió con la visión del humano como centro del universo y en la actualidad se produce una tendencia similar: la búsqueda de la relación de las personas con la naturaleza. Por eso rompimos el orden rígido de las tramas frías e inflexibles para conseguir espacios fluidos.
Otro aspecto es la luz, que en dicho movimiento simbolizaba una revelación de Dios ante la oscuridad de la ignorancia y en este recinto adquiere un sentido especial: la planta a primera vista parece un laberinto; sin embargo, cada sala está conectada con la siguiente mediante un domo de luz para que el visitante no se pierda en el recorrido”.
El cuidado del medio ambiente fue la tercera directriz. El MIB se construyó en el Parque Metropolitano. La relación de aprendizaje-paseo que se da en allí se lleva al museo y se complementa con tecnología, como en la climatización que usa el aire exterior –free cooling– para reducir el consumo de energía. “El edificio recoge las aguas residuales y pluviales que, una vez tratadas, alimentan los espejos de agua y el bioestanque. Conceptualmente, queremos que el edificio brote de la tierra como un manantial y crezca», agrega.
Riqueza de espacios
El edificio, de dos plantas, tiene un área de 18.149 m² –de los cuales 9.855 m² corresponden a la planta baja, 7.316 m² a la alta, y 978 m² al mezanine– y cuenta con una gran plaza que enmarca la fachada principal. Sobre los muros de esta se pueden llevar a cabo proyecciones. Su altura es de 19,52 m en su punto máximo y está elevado dos metros sobre el terreno original.
La estructura compuesta por muros y losas fue desarrollada en conjunto con la empresa mexicana DANSTEK. Los muros constan de una parte precolada –exterior–formadapor dos caras de 65 mm de concreto blanco a modo de sándwich, y otra colada en sitio –interior–deconcreto gris, ambos abujardados.
En la planta baja se ubican las taquillas, las once salas de exposición, el vestíbulo, un auditorio para 312 personas, el guardabultos, la tienda y un punto de información. Llama la atención la escultural escalera y los enormes bancos diseñados por el atelier japonés de Kazuko Fujie, que se desarrollaron en colaboración con artesanos de Puebla.
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