En el condado de Sonoma, en California, Estados Unidos, la firma noruega Mork-Ulnes Architects construyó, en el espacio que ocupó un granero abandonado, el estudio de un empresario y una artista, y diseñó un estructura adicional que alberga una cocina y un comedor auxiliares. (Fotografía superior: vista de los dos volúmenes © BruceDamonte)
Lars Richardson es un empresario que se dedica a comercializar arte y antigüedades escandinavas, mientras que su pareja, Laila Carlsen, es artista y su especialidad es la pintura. En 2005, estos noruegos decidieron mudarse de San Francisco a una finca con un área de un poco más de una hectárea, situada en una de las zonas vinícolas más importantes de Estados Unidos, el estado de Sonoma.
Con el paso del tiempo se dieron cuenta de que necesitaban un espacio independiente de la casa donde pudieran establecer sus respectivos estudios para trabajar cómodamente. Para eso, contrataron a su compatriota, el arquitecto Casper Mork-Ulnes, cuya firma Mork-Ulnes Architects tiene sedes en San Francisco y Oslo.
La idea inicial era remodelar un granero abandonado, pero estaba tan deteriorado que fue necesario demolerlo. Sin embargo, el arquitecto y sus clientes decidieron replicar, en buena parte, la tipología de la construcción original. El resultado es un espacio de 232 m2, donde la madera reciclada del granero, el acero y el vidrio son los materiales principales.
El estudio dispone de amplios espacios que se conectan con el paisaje a través de grandes ventanales, muchos de ellos con puerta – ventanas corredizas. A su vez, el techo de acero oxidado, cuya forma está inspirada en las alas de las mariposas, es uno de los aspectos más llamativos. La madera, material predilecto de los propietarios, está presente, además, en los espacios interiores.
Recientemente, el empresario y la artista se dieron cuenta de que les faltaba un lugar anexo a su estudio para recibir a algunos amigos que llegan de visita. Nuevamente, Mork-Ulnes Architects se encargó de su diseño: se trata de una pequeña estructura curvilínea, de 66 m2, que por su forma ha sido bautizada ‘La ameba’, donde se ubican una cocina y un comedor.
La construcción, con muros de cemento y cubierta de madera, dispone de jardines interiores, ricos en vegetación, que separan naturalmente los dos ambientes. “Lars quería una cocina que diera la sensación de estar al aire libre y un comedor que pudieran usar todo el año. Además, deseaba que el verde del paisaje estuviera adentro, como una jungla con plantas exóticas”, explica el arquitecto.
Fieles a la conciencia ecológica que marca la pauta en las construcciones de hoy, la mayor parte de los materiales y acabados de estas obras son reciclados o tienen certificación sostenible. El resultado son ambientes cálidos, acogedores y campestres, con elementos de diseño escandinavo.