En esta vivienda familiar, situada en las afueras de Lennik, una pequeña población cerca de Bruselas, Bélgica población en Bélgica; se conjugan elementos de la arquitectura rural con otros de la contemporánea. Su diseño es obra de la firma Studio Farris Architects. (Fotografía superior: © Tim Van de Velde)
Vivir en el campo tiene un encanto especial: contacto con la naturaleza, aire puro y poco ruido. Esas fueron algunas de las principales razones que impulsaron a la familia propietaria de esta casa, de 256 m2, a establecerse en un zona agrícola próxima a Lennik, un pequeño pueblo belga de cerca de 9.000 habitantes, ubicado en la región de Flandes.
Así, para hacer realidad su deseo adquirieron un lote donde había funcionado una granja en el siglo XVIII, de la que se conservaban las construcciones que albergaron dos porquerizas y una bodega. Asimismo, aún se mantenía en pie una casa abandonada que había sido construida en la década de los sesenta del siglo XX.
Tal vez, lo más sencillo habría sido tumbar todo y construir una nueva vivienda. Sin embargo, los propietarios y la firma Studio Farris Architects —fundada en 2008 por el arquitecto italiano Guiussepe Farris, nacido en Cagliari en 1972— decidieron demoler la bodega y una de las porquerizas y conservar los dos volúmenes restantes.
Descubrir y explotar el potencial de construcciones venidas a menos y crear una mezcla rural y contemporánea han sido unos de los principales intereses de este joven estudio de arquitectura que tiene sede en la ciudad de Amberes.
Del pasado al presente
Para darle una nueva vida a las viejas estructuras, el equipo de arquitectos emprendió una cuidadosa investigación sobre la tipología de las casas granjeras y rurales de la región con el propósito de que la vivienda conservara su esencia. Sin embargo, el objetivo también era que contara con los estándares de calidad de la arquitectura contemporánea. Al fin y al cabo, los propietarios querían un hogar con todas las comodidades del siglo XXI.
Uno de los principales objetivos de la obra era que la casa recibiera abundante luz natural. Para conseguirlo fue necesario modificar las ventanas y las puertas originales, que eran bastante pequeñas.
De esta manera, la fachada original de ladrillo rústico a la vista ahora exhibe varios ventanales cuadrados y rectangulares de distintas dimensiones, con perfiles de aluminio negro, que conectan los espacios interiores —que, a su vez, mantienen varios muros de ladrillo— con el verde de la naturaleza que los rodea.
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